Impulsa el aprendizaje de idiomas en tu empresa gracias al benchmarking

El principio es la parte más importante del trabajo

Muchas organizaciones gastan miles de euros cada año en algún tipo de formación interna de idiomas. Sin embargo, si haces estas tres preguntas a la persona responsable de la formación, habitualmente no será capaz de contestar de manera clara:

  1. ¿Cuál es el nivel objetivo del idioma para las personas que participan en la formación dentro de tu empresa?
  2. Suponiendo que estas personas ofrezcan cooperación plena, ¿cuánto tardarán en alcanzar este nivel objetivo?
  3. ¿Qué progreso esperas/necesitas que alcancen durante cada curso académico (de septiembre a julio)?

Y, es probable que la mayoría responda NO a estas otras cuestiones:

  1. ¿Hay requisitos de progreso mínimo para poder continuar con la formación?
  2. ¿Hay incentivos por alcanzar objetivos lingüísticos anuales o generales?

Es fascinante comprobar cuánto tiempo y dinero se puede ahorrar si se contesta adecuadamente a estas preguntas y si se hace una planificación antes de empezar un proyecto de formación lingüística.

Si quieres resultados espectaculares, es imprescindible que planifiques antes de que la formación empiece (e incluso antes de que empieces a buscar un proveedor de formación). Y, ya que no puedes llegar a ningún sitio mientras no tengas un destino, la primera parte del proceso es decidir a dónde quieres ir.

«Saber a dónde vas es el primer paso para llegar allí»
— Ken Blanchard —

 

¿Beneficio social o estratégico?
Cuando hablamos con empresas, una de las primeras cosas que les preguntamos es dónde se ubican en el siguiente espectro con respecto a la formación de idiomas dentro de su compañía.

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Tenemos clientes que ofrecen formación de idiomas como beneficio social para prácticamente todo su equipo y otros que sólo la proporcionan a personas concretas que necesitan un idioma extranjero para desempeñar su trabajo (es decir, por motivos estratégicos). Tenemos todo tipo de clientes que caen en cualquier lugar entre estos dos extremos.

Sin importar en qué lugar del mencionado espectro social-estratégico se ubique tu organización, las personas de tu equipo deben sentirse comprometidas con el aprendizaje, porque si no, la formación será un fracaso (y el retorno de la inversión será escaso); el objetivo debería ser que las personas aprendan lo máximo posible, lo que les dará gran satisfacción.


Objetivos lingüísticos y benchmarking
Si eres la persona responsable de organizar un programa de aprendizaje de idiomas en tu organización, una vez decidas quién tendrá el privilegio de recibir esta formación, deberás decidir cuál es el nivel objetivo del idioma para cada persona.

Este nivel objetivo variará en cada sector, en cada compañía, en cada departamento y en cada persona de tu equipo; pero, en general, el nivel mínimo que se necesita para empezar a sentirse cómodo trabajando en un idioma extranjero es el B2+ (Upper-Interme). En inglés es el equivalente al  First Certificate.

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Si hay personas que estén muy cerca del nivel B2+, o ya en él o incluso por encima, recomiendo que cada persona decida su objetivo de nivel basándose en sus necesidades y preferencias personales y profesionales; incluso si la formación de idiomas se considera un beneficio social debería haber un objetivo claro de nivel lingüístico.

En función de las responsabilidades que tenga una persona, puede que necesite un nivel más alto (por ejemplo, C1-Advanced, o incluso C2-Proficiency), pero el B2+ es, en general, un criterio comparativo aceptable.

El nivel objetivo lo puedes negociar con cada persona de tu equipo. Para determinar qué nivel de idioma necesita (o quiere), recomiendo utilizar el sistema de enunciados “puedo hacer” del Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas (MCER, o CEFR por sus siglas en inglés).

Por ejemplo, esta es una muestra de enunciado “puedo-hacer” de lo que una persona que estudia un idioma extranjero de nivel B2 (medio-alto) puede hacer en el área de la escritura.

Expresión escrita (B2)

«Soy capaz de escribir textos claros y detallados sobre una amplia serie de temas relacionados con mis intereses. Puedo escribir redacciones o informes transmitiendo información o proponiendo motivos que apoyen o refuten un punto de vista concreto. Sé escribir cartas que destacan la importancia que le doy a determinados hechos y experiencias».

También hay enunciados “puedo-hacer” para la expresión e interacción oral, comprensión auditiva y de lectura. Puedes ver la lista completa de enunciados en español aquí. Y en otros idiomas en este enlace.

Crea tus niveles lingüísticos objetivo: si quieres crear el nivel lingüístico objetivo en tu empresa, o si necesitas información sobre cualquier otro aspecto del benchmarking en la formación de idiomas, estaré encantado de mantener una reunión virtual gratuita de 15 a 30 minutos.


Definir el punto de partida
Una vez sepas quiénes van a hacer la formación lingüística y cuáles son sus objetivos, ahora necesitas confirmar el punto de partida; es decir, cuál es el nivel actual de las personas. Si no tienes esta información, será necesario hacer un test para determinar su nivel aproximado. Para el idioma inglés puedes usar la prueba de nivel gratuita que ofrecemos en nuestra página.

No hace falta que el nivel actual general de cada persona sea exacto, y tampoco necesitas saber los niveles para cada competencia (lectura, escritura, comprensión auditiva, expresión oral, gramática y pronunciación). Pero el nivel debería ser aproximado, porque se utiliza para calcular el tiempo aproximado que cada persona necesitará para alcanzar su nivel objetivo.

Cronología aproximada para objetivos
Una vez sepas dónde está una persona con respecto al nivel y adónde quiere llegar, podrás calcular aproximadamente cuántas horas, meses o años necesitará para alcanzar su objetivo de nivel. Puedes orientarte con esta tabla, basada en una investigación académica del Instituto de Servicios Extranjeros (FSI) de Estados Unidos.

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Esta tabla es válida de inglés a español u otras lenguas románicas, y viceversa. Las horas que se necesiten para otros idiomas pueden variar. Por ejemplo, para alemán o chino hará falta más tiempo.

Si una persona tiene ahora mismo el nivel A2- y quiere progresar un nivel completo, hasta B1-, necesitará aproximadamente 155 horas de instrucción o contacto: 55 horas para llegar de A2- a A2+ y otras 100 horas para avanzar de A2+ a B1-. Si una persona con nivel A2- hace unas 70 horas de clases dentro de la empresa, le llevará aproximadamente 2,4 cursos académicos para alcanzar el nivel B1-.

  • A2- B1- :155 horas de clase (o unos 2,4 cursos de 70 horas de clase por año).

Un detalle muy importante es que el alumnado puede acelerar en gran medida su ritmo aumentando su contacto con la lengua entre clases. Por ejemplo, si este mismo persona practicara con el idioma 30 minutos cada día, reduciría el tiempo necesario para alcanzar el nivel B1- en algo más de un curso académico. ¡Con solamente media hora al día, reduce el tiempo para alcanzar su objetivo a la mitad!

  • A2- B1- 155 horas de clase más 30 minutos de práctica diaria (unos 1,3 cursos académicos)

Y si esta misma persona practicara por su cuenta una hora cada día, ¡alcanzaría su objetivo en menos de un año!

  • A2- B1- 155 horas de clase más 60 minutos de práctica diaria (unos 0,8 cursos académicos)

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Como ves, el estudio individual es muy eficaz. Idealmente, tu equipo debería trabajar con regularidad entre clases. Si quieres profundizar más en este tema, consulta el artículo Cuánto tiempo se tarda en aprender inglés.

También puedes usar el Language Calculator de Ziggurat en nuestra web para comprobar cómo la asistencia a clase y el contacto fuera de las aulas afectan notablemente al progreso a la hora de aprender un idioma extranjero.

El plan general y retos anuales
Cuando las personas tienen objetivos claros es más probable que logren avanzar. Es importante hablar con ellas sobre sus objetivos generales, y para cada curso académico (de septiembre a julio) también deberían fijarse un objetivo o reto anual.

Recomendamos que las personas se comprometan al menos a un incremento de medio nivel por curso. Algunas podrán atreverse a ir a por un nivel entero o más, lo que significará trabajar más entre clases y tomar más control del proceso de aprendizaje.

La siguiente tabla plantea tres modelos de alumnado. Asumimos que se dará clase durante más o menos el 70 % de los doce meses del año, es decir, unos 8,4 meses, y que cada persona tendrá 90 minutos de clase cada semana, ya sea de forma presencial, virtual o telefónica.

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Suponiendo que la asistencia es del 100% y el equivalente al 50% del tiempo de clase dedicado a práctica fuera de clase.

Observa que todas necesitan cinco años o más para alcanzar su objetivo si sólo asiste a una clase de 90 minutos a la semana y trabaja por su cuenta el tiempo equivalente al 50% de la clase entre cada lección. (Por ejemplo, si las clases son de 90 minutos a la semana, el 50 % del tiempo equivalente sería hacer 45 minutos de “deberes” cada semana entre clases).

Sin embargo, si el alumnado duplicara el tiempo de práctica en casa (es decir, 3 horas de estudio individual por semana, o unos 25 minutos al día), el tiempo para alcanzar el objetivo de nivel caería a casi a la mitad:

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Suponiendo asistencia del 100% y el equivalente al 200% del tiempo de clase dedicado a práctica fuera de clase.

Debo insistir en la importancia de la cooperación en el proceso de aprendizaje. Si una persona realmente quiere aprender, han de colaborar dedicando tiempo todos los días, o casi todos.

El reto anual

Para el reto anual (en este caso el curso académico 2020-2021), dos de las hipotéticas personas (Jorge y Alba) intentarán un aumento de medio nivel, y Lucía intentará incrementar un nivel entero.

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Observa que, para que Lucía pase de A1+ a A2+ (un nivel entero), necesita trabajar cinco horas semanales entre clases, es decir, unos 43 minutos diarios. Alba, que solo pretende un aumento de medio nivel, tendrá que dedicar cuatro horas semanales fuera de clase para lograrlo, es decir, unos 35 minutos diarios. Cuanto más alto sea el nivel, más horas se necesitan para incrementarlo. Por eso, Jorge puede alcanzar una subida de medio nivel con solamente 1,5 horas de estudio individual por semana (compáralo con las 4 horas de Alba), ya que subir un nivel es más rápido cuando se está en los niveles más bajos.

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Ofrece incentivos y ayudas a tu equipo

Recomiendo ofrecer incentivos a aquellas personas que alcancen su nivel objetivo del idioma que están estudiando. Puede ser en forma de bonificación económica, un par de días libres o algún regalo simbólico (por ejemplo, una agenda Moleskine). Lo importante es reconocer el éxito surgido a partir del esfuerzo, para enviar el mensaje de que la formación de idiomas dentro de la organización es importante.

Establecer este plan de benchmarking no lleva demasiado tiempo, pero puede significar la diferencia entre un programa de formación lingüística exitoso y uno fracasado.

No tienes nada que perder si implementas un plan de benchmarking como el que he propuesto en este artículo; y si necesitas ayuda a la hora de ponerlo en marcha, no dudes en concertar una cita conmigo.

Ranking de idiomas más usados en los negocios

El fenómeno de la globalización ha hecho que las fronteras entre distintos países cada vez sean más difusas. Estés en la parte del mundo que estés, tienes contacto con otros lugares del mundo, en ocasiones muy remotos. Puede ser directamente, a través de tus familiares o amigos que vivan lejos de ti; pero también, de forma más habitual, puede ser a través de los productos que consumes.

Mira a tu alrededor: de todas las cosas que tienes a mano, sean del tipo que sean, ¿cuántas crees que se han fabricado en tu propio país y cuántas se han importado de fuera?

Este detalle, que podría parecer obvio e incluso banal, destaca un hecho en el que a menudo no reparas, pero que está ahí: el comercio internacional es una realidad poderosa, que viene de muy antiguo y que cada vez cobra mayor importancia. Los negocios con otros países tienen un peso fundamental en la economía.

No obstante, hay que tener en cuenta que no todos nos comunicamos de igual manera. Cada parte del mundo usa su propio idioma, lo que significa que a menudo, si queremos comerciar con alguien que trabaja lejos de nuestro entorno, nos veremos obligados a adoptar una solución de compromiso. ¿El nuestro? ¿El suyo? ¿Una tercera lengua que ambos dominemos? Hay que llegar a un acuerdo para que todo funcione.

En el mundo actual, por unos motivos u otros, una serie de idiomas se han impuesto como vehículos de la comunicación para los negocios. Sin contar el español, que también tiene por derecho propio un lugar de honor en la lista, estos son los más útiles en la comunicación empresarial.

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Idiomas más usados en los negocios

  1. Italiano. Si bien es cierto que su ámbito geográfico es reducido (el país que le da nombre, más los microestados de San Marino y el Vaticano y algunas partes de Suiza), la lengua de Dante y Petrarca tiene la gran ventaja competitiva de su ubicación. Su nación de origen, especialmente en su mitad norte, se encuentra entre las regiones más industrializadas del mundo y su importancia es capital en industrias como la automovilística, además de otros entornos como el musical y el cultural. Y que no te engañen: aunque para un hispanohablante el italiano “suena parecido”, tiene las suficientes diferencias y matices como para necesitar un aprendizaje si la quieres utilizar a nivel profesional.
  1. Hindi. Es el idioma más hablado y el que funciona como lengua franca en la India, país. Además, con algunas variantes (fundamentalmente en la forma escrita), es similar al urdu, que cumple la misma función en el vecino Pakistán. Se trata de economías en desarrollo, con un potencial de crecimiento increíble debido a su presión demográfica, y que según todas las previsiones en un futuro próximo tendrán una importancia capital en el panorama mundial. Comunicarse con ellos en su propio idioma será un plus que facilitará cualquier negocio.
  1. Ruso. La lengua del gigante del este de Europa también es todavía muy común en los territorios de influencia de la antigua Unión Soviética, abarcando varios centenares de millones de personas tanto en Europa como en Asia. De igual manera, hablamos de lugares de economías crecientes y con gran potencial tanto industrial como en el sector primario, por lo que dominar este idioma puede aportar un sinfín de oportunidades.
  1. Japonés. A este idioma le sucede igual que al italiano: su uso está restringido a un territorio concreto, en este caso el archipiélago en el lejano este de donde procede, pero la fortaleza económica de este pequeño rincón del planeta es difícil de superar. Industria audiovisual, tecnológica, automovilística… Prácticamente todo lo que te imagines, en Japón lo tienen a un nivel altísimo. Además, es un país particularmente orgulloso de su herencia cultural, de manera que conocer su lengua puede abrirte muchas puertas.
  1. Árabe. Todo el norte de África, Oriente Próximo (con su industria petrolífera) y la comunidad musulmana repartida por el planeta entero se manejan con esta lengua, bien sea en su forma estándar (inteligible a nivel profesional en todas partes) o en alguno de sus abundantes dialectos. También se trata de economías crecientes, con una fuerza demográfica muy considerable que abarca varios centenares de millones de personas. Es otro de los idiomas que en un futuro próximo serán fundamentales para los negocios.
  1. Portugués. En el caso de España, este idioma es particularmente importante ya que es el de nuestro vecino más cercano, con quien históricamente hemos tenido un gran volumen de intercambio comercial. Ampliando la mirada, estamos hablando también de la lengua de otro de los gigantes emergentes: Brasil. Y no son pocos los países de África y Asia donde se expresan en ella. Los matices y falsos amigos que existen en su correspondencia con el castellano hacen que, aunque nos resulte fácil, merezca la pena dedicar tiempo y esfuerzo a aprenderla bien para evitar equívocos.
  1. Francés. Antiguamente era la lengua por defecto en la que se conducía casi toda la diplomacia internacional. Hoy puede que haya perdido el lugar de honor, pero sigue conservando su prestigio y su influencia, en gran parte porque su Francia de origen es uno de los países más destacables a nivel económico tanto de Europa como del mundo entero. Por si fuera poco, en gran parte de las colonias que París tenía repartidas por el globo, incluyendo más de media África, sigue siendo oficial. Dominarlo, aunque sea como tercer (o cuarto) idioma, es fundamental para hacer negocios en el exterior.
  1. Alemán. Que Alemania sea por sí misma la locomotora económica y comercial de la Unión Europea, y más ahora tras el Brexit, es razón más que suficiente para plantearse seriamente aprenderlo. Pero si necesitas más, solamente debes tener en cuenta que es el medio que tradicionalmente han utilizado para comunicarse entre sí checos, húngaros, holandeses, rumanos, polacos, eslovenos… en definitiva, todos los países de Europa central, a cuyos mercados tendrás acceso si te atreves a enfrentarte a la gramática germana. ¡No es tan difícil como parece!
  1. Chino. Si te pedimos que busques a tu alrededor y cuentes los objetos que ves que estén manufacturados en China te faltarán horas en el día para terminar la tarea. China se ha convertido en la fábrica del mundo entero, y el dialecto mandarín es el que usan más de mil millones de personas de forma nativa entre el gigante asiático, vecinos como Singapur, Vietnam o Taiwán y la diáspora de emigrantes repartidos por todos los rincones del mundo. Su país de origen, además, va a convertirse, si no lo es ya, en el nuevo líder económico mundial. Es un reto difícil, pero saber manejar su idioma te aportará enormes ventajas
  1. Inglés. Estados Unidos, Reino Unido, Australia y Sudáfrica, entre otros, de forma nativa. Miles de millones de personas en todo el mundo como nexo común para entenderse entre sí. Actualmente, la lengua número uno del planeta tanto en los negocios como en el ámbito cultural. ¿Necesitas más motivos para decidirte a aprender inglés cuanto antes?

Saber idiomas es fundamental para desarrollarse en el mundo del comercio internacional. En Ziggurat queremos que las empresas perciban los idiomas como herramientas de desarrollo y demostrar que todas las personas tienen la capacidad de aprender idiomas. ¡No lo dudes e infórmate sobre nuestros cursos

Learning by Doing: la metodología orientada a la acción

A lo largo de la historia se han desarrollado metodologías muy variadas en el ámbito de la enseñanza para facilitar el aprendizaje de las personas. El enfoque clásico ha sido el de las clases magistrales: el profesorado expone sus conocimientos y es el alumnado el que tiene que tomar nota, organizarse los temas como considere oportuno, memorizarlos sin más y luego ser capaz de repetirlos con toda la precisión que pueda el día del examen. Este sistema puede ser más o menos efectivo para superar una prueba puntual, pero la experiencia nos dice que, en la formación continua, no es ni mucho menos la mejor.

El principal problema que tiene este método es que raramente logra motivar a las personas, convertidas en poco más que un sujeto pasivo que se limita a escuchar al docente. Si hay suerte y el profesorado es bueno, puede funcionar, pero cuántas veces te habrás encontrado con expertos en su campo con habilidades nulas para la comunicación que se aburren a sí mismos a medida que hablan. Por ese motivo se intentan desarrollar nuevas estrategias para tratar de implicar más al alumnado y que se sienta partícipe del proceso. En este sentido surge el concepto de “Learning by doing”, es decir, “aprender haciendo”.

Aunque la idea ya tiene su tiempo (se le puede atribuir al filósofo y pedagogo estadounidense John Dewey, que la empezó a plantear hace ya más de un siglo) sigue considerándose plenamente vigente porque su eficacia está más que contrastada.

Hablamos de una metodología orientada a la acción, es decir, en la que la práctica, la actividad tangible, se impone a la teoría. Se trata de involucrarse en un contexto real y concreto en el que los conocimientos que se adquieren tienen una utilidad demostrable. Estamos basándonos en la premisa de que quien se lanza a aprender algo, por ejemplo, un idioma, lo hace por alguna razón concreta, por lo que obtener resultados es la motivación fundamental para ello.

En qué consiste y qué beneficios aporta el “learning by doing”

El punto de partida de este sistema es un concepto bastante sencillo: el del ensayo y error. Con la información que se le proporciona, la persona va haciendo pruebas hasta que, por sí misma (aunque guiada por el profesorado), es capaz de descubrir cuál es la manera adecuada de hacer las cosas en un contexto determinado. De esta manera percibirá que lo que le está contando realmente vale para algo, se sentirá satisfecha consigo mismo y le picará la curiosidad para continuar avanzando.

Así, además, se contribuye a reducir los efectos de lo que algunos teóricos de la educación llaman “curva del olvido”. De este fenómeno ya habló el psicólogo alemán Hermann Ebinghaus a finales del siglo XIX; el investigador hizo cálculos sobre el tiempo que tardan los datos aprendidos en desaparecer de la memoria y llegó a la conclusión de que, entre otros factores (incluyendo el estrés o el nivel de sueño), el más importante es el tipo de información de la que se trate y la forma en que esté representada.

Si se trata de material sin sentido aparente o muy abstracto, la pendiente será muy pronunciada, lo que significa que lo retendremos poco tiempo. Sin embargo, aplicando los conocimientos adquiridos al mundo real se consigue que se transformen en algo más concreto, que la mente tenderá a retener ante la perspectiva de seguir necesitándolo en el futuro.

Este modelo de aprendizaje, eminentemente participativo, tiene también otras ventajas de tipo más social. Al dar a tu equipo la capacidad de tomar sus propias decisiones para resolver tareas con los conocimientos que ha adquirido, fomentas el liderazgo, el crecimiento personal y la innovación. Además, suele desarrollarse como una forma de trabajo en equipo, lo que ayuda a que haya más compañerismo en el entorno.

Cómo funciona el “learning by doing”
La estructura de la adquisición de conocimiento mediante “learning by doing” consiste habitualmente en plantear acciones que las personas participantes deben completar de forma grupal; una vez realizadas, se analizan los resultados obtenidos para determinar su eficacia y su impacto, de manera que se extraen conclusiones aplicables en ocasiones futuras. Suele seguirse un orden constante:

  • Presentación del problema.
  • Desarrollo de ideas individuales.
  • Puesta en común en grupo.
  • Debate para valorar estas ideas.
  • Decidir entre todos cuál podría funcionar.
  • Aplicación práctica.

Las claves, por tanto, están en la reflexión conjunta de las participantes y el profesorado, que permite desarrollar nuevas ideas, y en la experimentación para pasarlas al mundo real. La labor del profesorado, más que inculcar contenidos, es orientar y guiar para que cada participante en la dinámica desarrolle sus propias habilidades y aptitudes.

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La metodología del “learning by doing”, por sus características, puede utilizarse en ámbitos educativos variados: tanto en entornos académicos más formales (escuelas, universidades, etcétera) como en empresas que busquen mejorar las competencias profesionales de su equipo. Conocimientos de todo tipo pueden transmitirse con solvencia enseñándolos de esta manera.

En cualquier caso, es un sistema recomendable para estructuras corporativas que pretendan alejarse del modelo jerárquico piramidal tradicional y apuesten por la innovación buscando una metodología de trabajo más horizontal, basada en patrones de creatividad y desarrollo intento de talento. Se debe recordar que el proceso implica colaborar en equipo y desarrollar en común soluciones a los problemas, por lo que el compañerismo y la solidaridad se convierten en valores primordiales, mucho más que la obediencia ciega.

En definitiva, una formación de tipo “learning by doing”, como la que utilizamos en Ziggurat para enseñar idiomas a nivel profesional, no solo constituye un cambio significativo con respecto a otros métodos más usados  y que, en ocasiones, el alumnado rechaza por tediosos. Y es que el «learning by doing» garantiza más eficacia y un rendimiento real con resultados medibles y comprobables desde el primer momento.